Historia:
Fundada
en 1917, TBO renació tras la guerra como muchas otras publicaciones del mismo
tipo, sin numeración y sin registros, debido a las imposiciones del régimen de
Franco en materia de prensa. Como la empresa de Buigas (director de
Publicaciones TBO) no fue una de las que formaron parte del monopolio editorial
de tebeos amparado por el partido único, F.E.T. y de las J.O.N.S., al intentar
reanimar su popular TBO se encontró, al igual que las demás editoriales
privadas de la época, con dos trabas: la falta de papel y la falta de permisos
para publicar periódicamente la revista.
Autorizado
como folleto de aparición irregular en 1941, TBO se publica hasta 1946 sin periodicidad alguna, apareciendo a
partir de este año mensualmente. Es en 1949, y según autorización provisional
de la Delegación Provincial de Cultura Popular de Barcelona, cuando TBO logra el permiso para aparecer con
periodicidad quincenal.
La pugna
entre Editorial Bruguera y Ediciones TBO por la supremacía del mercado se
inició hacia la segunda mitad de la década de los cuarenta y se prolongó durante
las décadas hasta que fue absorbida por Bruguera en 1983. Las razones del
declive de la publicación se encuentran en la falta de criterio y la
obstinación inmovilista de su editor en lo relativo a los contenidos para
mantener la fidelidad de su público. Esta postura tuvo dos consecuencias: el desgaste y agotamiento
de una fórmula en pocos años (ya que una década más tarde Pulgarcito vendía más que TBO);
y segunda, el establecimiento de la palabra “tebeo” como una revista de
contenido ligero, infantil, insulso e irrelevante, que con el tiempo contribuyó
a la consideración general que se tuvo (y se tiene) de los tebeos y la carga de
inconsistencia cultural que se le otorga al medio historieta, aún hoy, al que
incluso reputados teóricos del cómic han terminado refiriéndose también como
“tebeo” más por cariño añorante que por otra razón.
Estilo:
Ya desde
su fundación en 1917, la relevancia de TBO
no se basó en la supeditación a modas del momento sino en la recurrencia a
contenidos siempre del gusto del público, lo que le confirió solidez. TBO persistió en el mercado con una sola
interrupción en la inmediata posguerra, llegando hasta el final del siglo XX en
su oferta de materiales originales o reciclados.
Al
contrario que su mordaz contraparte de Bruguera, TBO se caracterizaba por su inocencia y el humor simpático. La
revista resultaba sencilla, levemente humorística, su contenido acababa por ser
monótono sin llegar a ser aburrido. Los temas más tratados en las historietas
eran las anécdotas cotidianas con final a veces feliz e infeliz en otras, pero
sin llegar a resultar traumático. Las soluciones ingeniosas a problemas
cotidianos eran lo más común en los guiones de las historietas, lo que hacía de
la revista un divertimento simpático, en el que se planteaba un mundo irreal,
ingenuamente utópico, en el que todo parecía tener solución recurriendo a
astutos sistemas autárquicos. Aunque la publicación podría ser acusada hoy día
de xenófoba y misógina hay que tener en cuenta que en aquel entonces el
concepto de lo políticamente correcto era muy distinto al de hoy día, y era
bastante habitual que estas publicaciones no ofreciesen una imagen demasiado
agraciada de aquellas minorías que estaban marginadas del resto del sistema

Al
contrario que las caóticas sagas familiares de Bruguera (que incluían una
cierta crítica a la sociedad de la época y en las que la familia es fuente
constante de conflictos), estas historietas ofrecen un retrato amable de la
burguesía urbana de la época. Por esta razón, las relaciones entre los miembros
de la familia están libres de tensiones, los hijos acatan sin rechistar las
órdenes de sus padres, la familia va junta a todas partes y, en el caso de
producirse un conflicto entre los personajes, este se debe casi siempre a un
malentendido.
TBO mantuvo ese contraste con lo que
se ofrecería en la revista de Bruguera,
Pulgarcito pocos años más tarde, que estuvo siempre muy pendiente de los
parados, los mendigos y los hambrientos. Podría decirse que TBO ofrecía historietas de nuevos ricos
mientras que Pulgarcito publicaba las de los “nuevos pobres”, mostrando de este
modo las dos caras de la España de Franco: por un lado burguesía acomodada, y
por el otro, la otra facción de la población que contaba con menos
recursos y apenas sobrevivía.