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El guerrero del antifaz


Surgida en 1943 de la mano de el dibujante Manuel Gago, esta es una de las series más exitosas de la Editorial Valenciana. Aunque no llegó a batir el récord de duración de Roberto Alcázar y Pedrín, logró mantenerse veintitrés años y prolongarse a lo largo de seiscientos sesenta y ocho cuadernillos hasta la desaparición de la serie original en 1966.

La serie se sitúa en tiempos de los Reyes Católicos (el período histórico más intensamente evocado por el franquismo), una époc no demasiado idónea para el desarrollo de una trama aventurera, ya que la Reconquista está prácticamente acabada y, por tanto, las luchas han disminuido notablemente respecto a siglos anteriores. Por este motivo, la serie renuncia a verosimilitudes históricas en favor de la intensidad de los argumentos. Por ejemplo, tanto el furor combativo que empaña al Guerrero y a sus enemigos como la tensión entre ambos bandos parecen más bien propios de las etapas tempranas de la Reconquista, las armas ofrecen un aspecto excesivamente medieval, y el Guerrero del Antifaz se mueve por el mundo ignorando que las cruzadas terminaron hace más de doscientos años. Dejando a un lado los anacronismos (relativamente comunes en los tebeos), la serie mantiene la cohesión argumental, ofrece una evolución coherente de los personajes y se preocupa por esos pequeños detalles que contribuyen al verismo (la fatiga muscular, la planificación que requiere una travesía por el desierto, el peso de las armas,...)



Nuestro protagonista es el hijo de la mujer del conde de Roca, que fue raptada por Alí Kan, el reyezuelo de una taifa granadina. Lo que Alí Kan no sabe es que la mujer está embarazada, así que cuando da a luz, él piensa que se trata de su propio hijo. Trata al chico como a su primogénito y le educa en los principios de su fe. Alí Kan enseguida tendrá motivos para sentirse orgulloso del vástago. Despuntará en todos los campos, especialmente en las artes guerreras. La vida de nuestro protagonista daría un vuelco cuando su madre, harta de verle regresar con las manos manchadas de sangre cristiana, le cuenta la verdad. Alí Kan sorprende a ambos en plena revelación, y quienes hasta entonces se creyeron padre e hijo se atacan con gran odio. En el transcurso de la pelea el musulmán resulta herido, pero la condesa ya ha perdido la vida en manos de este. El joven huye a territorio cristiano donde intenta convencer si éxito al anciano conde de Roca. Aborrecido por sus antiguos aliados y rechazado por sus antiguos enemigos, el joven se ocultará tras un antifaz. Convertido ya en un luchador de la cruz, su obsesión será, además de luchar contra los árabes, limpiar su nombre y vengarse de   Alí Kan. 


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La única opción que le queda al Guerrero para demostrar al conde de Roca que su historia es cierta es apresar al mismísimo Alí Kan y hacerle confesar ante su presencia, ya que él es el responsable y único testigo del secuestro y del reciente asesinato de su esposa. A esta tarea no precisamente fácil empeñará una buena parte de los primeros cuadernillos de la serie. Desde la perspectiva actual,  cuesta creer que en una historia concebida para un público infantil pueda existir un odio tan exacerbado entre quienes en su día fueron padre e hijo, aunque esta confrontación dota a la serie de un gran dramatismo. La rivalidad se prolongará a lo largo de las entregas, ya que, debido a su larga relación padre-hijo y a pesar su mutuo odio visceral, se muestran incapaces de eliminarse.

En cuanto a su situación social, el hecho de ser un mero converso oportunista a ojos de los cristianos y de ser un vil traidor de la fe islámica a ojos de los musulmanes deja a nuestro héroe en una especie de tierra de nadie donde predomina la desconfianza. Tendrá que esforzarse para ganarse aprecios y respetos entre los cristianos 
y despejar así cualquier duda sobre su adhesión a la fe católica. Pero donde el conflicto es mayor es en el ámbito personal, haciendo que el Guerrero emprenda la búsqueda de una nueva identidad para dejar a un lado su pasado como sarraceno, para ello , y una vez en posesión de su título nobiliario, adoptará el nombre de Adolfo Moncada. 


Entre este cruento conflicto paternofilial y la lucha constante por obtener el título de conde de Roca y poder así hacerse un lugar en la sociedad cristiana, el Guerrero se ve cada vez mas abrumado por sus preocupaciones  conforme se suceden los episodios. En medio de todo este mar de problemas y tormentos aparece la que será el interés amoroso del Guerrero durante el resto de la serie original: Doña Ana María, hija del conde de Torres. El encuentro entre ambos se produce cuando la condesita cura a nuestro héroe de una herida. A partir de ese momento, a los objetivos iniciales de venganza y redención, se añade el hacerse digno de dama tan principal, cosa imposible en este punto de la historia debido a su previamente mencionada situación social, aunque se podría pensar que unos títulos nobiliarios no pueden constituir un obstáculo para el verdadero amor. Nada más lejos de la realidad, conforme la serie avanza el Guerrero da muestras constantes de coraje y entrega y incluso arriesga su propia vida para rescatar a su amada, pero incluso eso no parece ser suficiente. En cuanto a este apartado, cabe destacar que Doña Ana María es uno de los personajes en la historia del tebeo español que más veces ha sido secuestrado, ya sea por piratas, bandidos, sultanes o otros integrantes de su larga lista de captores. Aunque Ana María no rechaza al guerrero, es consciente de que no puede romper las normas establecidas y desposarlo a qualquier precio.

La historia parece que llega a su fin cuando el Guerrero, a raíz de una sentencia de un tribunal de nobles confirmada por los mismísimos Reyes Católicos, logra finalmente convetirse en el nuevo conde de Roca y desposarse con Ana María. Sin embargo, el gran éxito alcanzado por la serie obligaba a prolongar la existencia de esta. Así pues, la tranquilidad dura poco, Ana María seguirá con su habitual propensión al secuestro y el ya Adolfo Moncada seguirá luciendo el traje y al antifaz, pero por elección y no por obligación como antes. a partir de la boda, las aventuras del Guerrero le llevarán a lugares cada vez más exóticos y combatirá contra enemigos diversos (vikingos, chinos, malayos y incluso contra seres fantásticos como hombres-buitre). Esta apertura de horizontes probablemente influida por el éxito de nuevas series como el Capitán Trueno sirvió para introducir algo de aire fresco en la historia, pero también perdió el transfondo trágico sobre el que se sustentaba, la trama se destiende y se difumina la cohesión, aunque la serie mantendrá hasta el final una inusual coherencia.
 


Esta es otra serie sobre la que planea la sospecha de haber servido como transmisor de los ideales franquistas. De entre estas acusaciones que surgieron durante la Transición, la más extendida es la de que el guerrero del antifaz es un heraldo de los valores xenófobos del régimen y de la supremacía absoluta del catolicismo por encima de todos los demás credos. Sin embargo, ni los árabes en la serie (almenos no todos) están absurdamente demonizados, ni todos los cristianos son personas honorables y justas. Basta con repasar sus aventuras para saber que el Guerrero (debido a sus orígenes) no solo conoce y respeta las costumbres de los musulmanes, sino que se integra perfectamente dentro de su ámbito geográfico y cultural. Si bien es cierto que los peores enemigos de la serie se encuentran en el bando de la media luna, también se encuentran algunos de los gestos más nobles, de la misma manera que las mayores muestras de maldad  pueden provenir de aquellos que dicen ser cristianos.