menu

Roberto Alcázar y Pedrín


Creada en 1940 por el dibujante Eduardo Vañó como uno de los primeros intentos de la Editorial Valenciana para relanzar el tebeo de aventuras después de la guerra, Roberto Alcázar y Pedrín prolongó su existencia hasta 1976, convirtiéndose así en la serie más longeva del tebeo español. Quizá su éxito pueda explicarse a la accesibilidad que tenia este producto en la época (cuadernillos de papel de baja calidad, dibujo simple y a veces torpe exceptuando las portadas, un lenguaje llano, y argumentos simples).

Su final coincide con el fin del franquismo, con cuyos principios ideológicos se suele asociar la serie: El apellido del protagonista (que hace referencia a la batalla del del alcázar de Toledo, uno de los episodios de la guerra más mitificados por el régimen); su parecido físico con Jose Antonio Primo de Rivera, fundador de La Falange; el subtítulo de la serie ("El audaz detective español" / "El intrépido aventurero español"), y el recurrente uso de la violencia para resolver situaciones. A pesar de todo esto, Vañó negó categóricamente que sus trabajos contuvieran propaganda franquista y afirmó que el apellido del protagonista no era más que una coincidencia, y que el aspecto joseantoniano correspondía a un estándar gráfico muy común, resultado de unas facciones, una indumentaria, y un peinado propios de la época.


Nos encontramos ante una serie de protagonismo compartido. Ya desde el primer cuadernillo, en el cual se conocen, Roberto y Pedrín establecen las bases de una relación muy peculiar, ya que permanecen siempre juntos. En una serie en la que la mujer tiene un papel tan marginal y en la que Roberto, a diferencia de otros héroes, no tiene ni novia ni inclinación al galanteo, la estrechez de la relación que reina entre ambos da lugar a todo tipo de sospechas de dudoso rigor acerca de la latente homosexualidad que impregna la obra. Este hecho también ocurre con otros famosos tándems de la historieta tales como Batman y Robin o el capitán Haddock y Tintín. Estas colaboraciones entre un adulto y un compañero adolescente encuentran su explicación en la necesidad de atraer a los lectores jóvenes mediante la incorporación de un personaje principal de su misma edad con el que pudieran sentirse identificados.




El lenguaje de los diálogos de la obra contribuye a crear un ambiente distendido en el que la tensión se mezcla con la broma. Para esas situaciones en las que hace falta subrayar cada golpe o mostrarse sorprendido por un movimiento del adversario, Roberto y Pedrín llevan consigo toda una batería de ocurrencias que, sin caer en la grosería, rozan lo barriobajero. La diversidad de registros empleada por nuestros protagonistas da lugar a algunas curiosas contradicciones. Por ejemplo, Roberto Alcázar, el más elegante detective de élite, utiliza expresiones tan formales como: "Habla o te dejo chato para toda la vida", "Calma que la tila está escasa" o "Ahí va esa peladilla". Sin embargo, Pedrín es el principal responsable de proferir la mayoría de las frases y de dar el tono jocoso a la serie. A él se le pueden atribuir frases tales como: "¡Toma jarabe de palo!", "¡Aún quedan tortas en el horno y esta es para tí!", "¡Toma este pastel de suela!" o "¡Chúpate este polo helado!". La vulgaridad en el discurso sobrepasaba lo meramente anecdótico y todo hace pensar que la popularidad de la serie se sustentaba sobre ella. Al parecer, el hecho de que la tensión de la intriga desembocara en chiste resultaba muy eficaz entre los lectores. De hecho, con el paso del tiempo, se le fue otorgando mayor protagonismo a Pedrín, ya que este era el principal responsable de la versatilidad de registros y, en consecuencia, del éxito.

Gran parte de las historias se desarrollan de manera similar. Una vez alterados por un agente externo (ya sea la llamada por parte de un prestigioso cuerpo de policía internacional, o el encargo de un gran magnate, lo cual ocurre con tanta frecuencia que da pie a sospechas de clasismo) o movilizados por sus propios medios y tras descubrir a los criminales, nuestros protagonistas se lanzan al asalto de la guarida del malo de turno. Cabe destacar que, a pesar de ser detectives, Roberto y Pedrín no son lo que se dice unos maestros del sigilo, pues su estrategia más recurrente es cargar contra los esbirros del villano y arrasar con todo a puño limpio (las armas de fuego, aunque aparecen, cumplen un papel meramente intimidatorio). En la pelea las cosas salen mal y uno de los dos es capturado. A partir de este momento, el lector se encuentra repartido entre el sufrimiento del capturado y las escaramuzas del que ha quedado libre. Al final, el que ha quedado libre interviene justo a tiempo y se produce el rescate seguido de las habituales detenciones. Esta repartición bipolar de las responsabilidades es una estrategia simple y eficaz, ya que permite redoblar las tensiones.


Los objetivos a combatir no se diferencian de los de otras series de corte policíaco (ladrones, estafadores, secuestradores, piratas, chantajistas...). Pero la lista de villanos estereotípicos no se limita únicamente al género policial, a lo largo de sus aventuras , Roberto y Pedrín se enfrentarán a enemigos tales como científicos locos que disponen de toda clase de invenciones maquiavélicas (rayos adormecedores, superhombres, armas mortíferas, etc); hechiceros con poderes diabólicos; tribus primitivas increíblemente estereotipadas, monstruos surgidos de las mismísimas entrañas de la tierra; y un largo etcétera de personajes tan dispares como malévolos.

De entre toda esta vasta galería de enemigos destaca Svimtus, también conocido como "el hombre diabólico".Este poderoso hipnotizador de aspecto vampiresco y ataviado con capa y sombrero es uno de los pocos villanos que han tenido el raro privilegio de haber durado más de un cuadernillo. La aventura contra " El hombre diabólico" se prolongó durante veintisiete cuadernos consecutivos desde finales de 1946 hasta 1948, convirtiendo a este en el antagonista más longevo de la serie. Las aventuras que siguieron al hombre diabólico siempre permanecieron en un contexto de misterio fantástico, género de moda en la época a causa del cine y con parecido a las aventuras del Inspector Dan, serie de la revista Pulgarcito de la Editorial Bruguera.

En varias ocasiones, Roberto y Pedrín insistirán en demostrar que todos los fenómenos, por muy extraños que parezcan, tienen una explicación lógica y que, para lograr sus fines, el mal se ampara en la manipulación. Si nos atenemos a los procedimientos de los villanos y dejamos a un lado las fuentes de financiación y los objetivos perseguidos por los héroes, descubrimos que Roberto y Pedrín són campeones de la racionalidad con mucho más motivo que portavoces del franquismo.